En medio de la pandemia sin precedentes la economía Argentina enfrenta nuevos y viejos problemas; mientras, los claroscuros que atraviesan los diferentes sectores y regiones imponen difíciles retos.

Los débiles rayos de esperanza ante un posible cambio de paradigma mundial derivado de un cimbronazo sin precedentes se van desvaneciendo con la fuerte realidad que impera: mientras el comercio internacional se reduce debido a políticas de estado proteccionistas dejando huellas del efecto pandemia a lo largo y ancho del globo, las grandes corporaciones multinacionales amasan más y más fortunas.

Por triste que sea, la verdad es que el mundo entero está empantanado en un fango mezcla de vieja locura financiera y nueva debacle pandémica.

Semejante escenario abarca también a nuestro país, no es ninguna novedad, la economía Argentina está literalmente estancada.

La foto actual muestra una importante caída de la economía, con tímidos repuntes en comparación intermensual en los últimos datos, pero muy por debajo del pésimo año pasado (según el Estimador Mensual de Actividad Económica junio mostro un rebote del 7,4% con respecto a mayo pero una caída del -12,3% con respecto a junio del 2019).

Es cierto que la debacle es mucho más pronunciada en Buenos Aires, el resto del país cuenta otra historia y la crisis se muestra más tolerable (según CAME, el consumo minorista en AMBA bajó el 38% en julio mientras que en el resto del país lo hizo el 13,7%).

Tal vez la noticia más positiva a destacar sea el excelente logro con los canjes de deuda: el enorme escollo de la brutal deuda heredada por la imprudente administración macrista ha sido por fin normalizada.

El propio Guzmán comunicó la pasada semana que el canje (deuda extranjera) tuvo una adhesión del 93,5%, lo cual activa la cláusula colectiva y reestructura el 99% de la deuda. Nos ahorramos 37.700 millones de dólares!!! El canje de deuda local tuvo también una excelente aceptación, se reestructuro el 98,8%.

Aunque veamos lejana la noticia, el desacople de semejante lastre permitirá al país transitar este difícil momento con mayor autonomía, más liviano.

Sin embargo aún con el despeje del horizonte financiero el 2020 será un año rojo en los almanaques, los números macro muestran importantes desafíos por delante: la industria cae 13,4% según INDEC y las Pymes industriales un 22,2% según CAME, los aumentos de precios no cesan y se ubican en un 42,4% interanual según INDEC y la delicada lista podría aburrir al lector.

Política activa

En la misma línea que la mayoría de los países del mundo, en Argentina se puede observar una fuerte política monetaria y fiscal expansiva; la primera aumentando el circulante de dinero y subsidiando tasas de interés tanto a la oferta (empresas) como a la demanda (consumidor), y la segunda con importantes reducciones de impuestos y múltiples subsidios tanto a empresas como a familias.

En medio de la incertidumbre reinante y los reiterados jaques a las reservas del Banco Central, las últimas medidas apuntan a fortalecer el sector productivo:

  • Relanzamiento del Plan ProCreAr.
  • Financiamiento para la Reactivación Productiva Pyme con tasas subsidiadas.
  • Plan de Transformación Industrial Pyme con importantes subsidios (ANR) mediante un sistema nacional de asistencia con expertos en todo el país (programa Expertos Pyme).
  • Programa de Apoyo a la Competitividad (PAC) que incluye importantes subsidios (ANR) para asistencias técnicas e incorporación de tecnología con el fin de contribuir a aumentar la productividad.
  • Programa Nacional de Desarrollo de Parques Industriales con subsidios de tasas en créditos y ANR para obras en parques.

El objetivo está claro: reactivar el sector productivo con más crecimiento y mayor productividad.

En lo inmediato todo indica que el resto del año será arduo y complejo, las medidas siempre tardan varios meses en surtir efecto palpable y uno puede solo imaginar observar datos optimistas recién en marzo-abril del año que viene.

Si el país logras reencausarse en una senda de crecimiento, entonces será crucial la búsqueda de sólidos consensos sociales que le garanticen la sustentabilidad en el tiempo.