La cornisa cada vez más estrecha en el primer mundo.

Por cábala o costumbre, con el quiebre de año muchos esperaban nuevas buenas para la maltrecha economía mundial; sin embargo ya a comienzos de este segundo mes podemos observar sobradas muestras de la continuidad del rumbo.

En Grecia sigue el ajuste, los líderes políticos helenos negocian un acuerdo “decisivo” para “salvar” al país; acuerdo sobre cuestionadas reformas que entre otras incluye nada más y nada menos que la reducción de 15.000 empleos públicos. El famoso daño colateral.

Como era de esperar, las huelgas programadas contra el ajuste por los mayores sindicatos de Grecia ya registran graves incidentes.

En el mismo tenor, España que cuenta con un vergonzoso record de más de cinco millones de “parados” lanza un plan para frenar la destrucción de empleo.

El flamante gobierno de Mariano Rajoy presentó una reforma laboral cuyo objetivo es impedir más despidos y apuntalar la consecución de empleo en los jóvenes, entre quienes la desocupación alcanzo la alarmante cifra del 48,5%.

Sin llegar tan al borde del abismo, en Estados Unidos la política del dólar barato continúa. La FED ratificó mantener las tasas de referencia entre el 0% y el 0,25% «hasta finales de 2014», ratificando así su política de intereses bajos con el fin de apuntalar la incipiente recuperación del desempleo.

Ante un escenario sin alicientes que esperar, el propio FMI rebajo su estimación para la economía mundial a 3,25% en 2012 (0,75% menos que lo que había pronosticado en septiembre pasado).

Argentina y su nudo Gordiano

Unas de las desgraciadas características de nuestra economía, es que tras un periodo de crecimiento, de forma sistemática y recurrente la propia acumulación de capital supone una suerte de burbuja de crecimiento seguida rápidamente por una crisis en la balanza de pago y consecuentemente una posterior recesión.

¿Por qué? Por qué el tipo de cambio real se revalúa como consecuencia de una mayor presión inflacionaria, lo que favorece junto con el mayor crecimiento a impulsar más volumen de importaciones; compras externas que se requieren para aumentar la producción local.

Es decir, la propia dinámica de un país semi industrial como el nuestro, nos encajona  y nos lleva a padecer  periódicamente cuellos de botella en el frente externo.

Indudablemente que este importante periodo de crecimiento continuo (2003-2011), el más largo de la historia, estuvo sostenido por el repunte internacional en los precios de las materias primas, los commodities, es decir nuestras exportaciones.

Las luces amarrillas de alarma y precaución ya parpadean desde el año pasado: el aumento de los costos industriales, de los salarios reales y de las cargas impositivas están minando la rentabilidad empresaria, la llamada pérdida de competitividad.

Pero entonces, ¿Qué hacer? Históricamente siempre se recurrió a lo más simple, a devaluar. Y claro, una devaluación permitía licuar gran parte de la deuda pública, y de forma inmediata alentaba al sector exportador mientras que desalentaba las importaciones. Lamentablemente las acciones de política económica siempre acarrean consecuencias, en este caso, devaluar implica también alentar la inflación y por supuesto una caída brusca de los salarios reales. Al poco tiempo, la subida en los precios internos nos vuelve al mismo lugar.

El camino adoptado por el gobierno es sin duda la otra alternativa, el control a las importaciones supone un freno a las compras externas que permitan mantener el superávit comercial; sin embargo ya se advierten faltantes de insumos en la mayoría de las ramas industriales.

¿Podrá el gobierno finalmente cortar el nudo gordiano?

Publicado en El Regional – Pag. 21. 11 de Febrero de 2012.