Hoy, pasados ya varios meses después del inicio de una de las crisis más profundas de la que se tenga conocimiento, podemos afirmar, los países latinoamericanos han salido muy bien parados en comparación con sus pares norteamericanos y europeos.

Hasta el propio Fondo Monetario Internacional, estima en su informe que la economía de Brasil se expandirá un 5,5% en 2010. Este rápido crecimiento de nuestro principal socio nos ayudó también a nuestra recuperación; aunque en nuestro caso, la mayoría de los analistas coincidió que el hecho de estar fuera de los mercados de crédito fue un factor determinante para que el cimbronazo no se sintiera tan fuerte. Claro que la fuga de capitales fue enorme, sin embargo nos encontró con una gran suma de reservas genuinas que nos ha permitido mantener estable nuestra principal ancla: el dólar.

La política contra cíclica implementada por el gobierno nacional fue concordante con sus pares latinoamericanos.

Sin embargo nada es gratis y menos en economía, está política terminó ejerciendo una importante presión sobre nuestro gran flagelo: la inflación.

El combinado de dólar estable con una alta inflación está pasando factura, la pérdida de competitividad se está haciendo notar. Similares consecuencias sufre nuestro vecino Brasil.

Para controlar la incipiente presión inflacionaria, el Banco Central de Brasil ya subió la tasa de interés (de 8,75% al 9,5%); por lo que al controlar ellos su moneda y la inflación, nos lleva a nuestro país indefectiblemente a ir perdiendo de a poco la ventaja cambiaria bilateral que hemos disfrutado en los últimos años, a tal punto que a fines de 2009 el Real se ubicaba en $2,50 y en marzo de este año a $2,34 y hoy ya a $2,18.

A la pérdida de competitividad de nuestra economía con respecto a nuestro vecino, hay que sumarle la incipiente devaluación del Euro enmarcado por la aguda crisis Griega.

Ante este panorama, la Argentina se enfrenta a siguiente dilema: de mantener un dólar atado, habrá pérdida de competitividad y menor fuerza en nuestra economía; si permite leves devaluaciones que lleven a nuestra industria y las exportaciones a mantener cierto grado de competitividad para no enfriar la economía, habrá más presión inflacionaria. Al parecer el gobierno ha optado por la segunda opción, el éxito del plan solo será factible si la competitividad entonces se logra de forma genuina.

Para ello es imprescindible lograr canalizar los excedentes de los sectores superavitarios (que hoy en su mayoría forman capitales especulativos) a expandir y dotar de tecnología al aparato productivo.

Publicado en El Regional – Pag. 2. 29 de Mayo de 2010.

Publicado en La Reforma – Pag. 4. 23 de Mayo de 2010.