En un debate sobre el tema seguro podríamos acordar por amplia mayoría que la política agropecuaria en los últimos años se ha caracterizado por una desavenencia de improvisaciones.

Por falta de rentabilidad, en este último tiempo cerraron más del 25% de los tambos de la región, se faenaron un enorme número de vientres y como todos sabemos se redujo enormemente el área sembrada de trigo, maíz y demás cereales dándole paso al “yuyito verde” llamado soja.

Inicio del fin

Preocupados por el incipiente proceso inflacionario, el gobierno sin un plan sectorial a largo plazo fijo precios entre ellos el de la leche. Sin embargo las grandes empresas lateas aprovechando su posición nunca pagaron el precio de la leche acordada con el gobierno llevando a la quiebra a muchos pequeños productores.

Esto llevo también a una enorme concentración en la industria láctea, ya que los pequeños fabricantes no pueden competir.

En el caso de la carne, fue la mano de Moreno que cerró la exportación de carne argentina cuando todos sabemos que la carne exportable (la pulpa) no es la que utilizamos nosotros (el asado). La sobreoferta de carne hizo que el sector tenga baja rentabilidad, lo que a su vez llevo al gancho a hembras planchando aún más los precios, de esta forma se ha ido disminuyendo enormemente las posibilidades de producción a futuro.

Finalmente, muchos de estos productores vendieron sus campos, los alquilan o se volcaron a una actividad más rentable y con menos problemas: la siembra de soja; que gracias a su cotización internacional sigue siendo rentable, al menos para los grandes latifundios y pooles de siembra.
 
Este proceso está llegando a su fin, y pronto destruido las gallinas de los huevos de oro notaremos un importante aumento en los precios de la carne, lácteos y derivados.

Así que amigo, si piensa comer el clásico asado a fin de año, aproveche, corra y valla ya a comprar la carne; porque el año que viene a la parrilla, ¡Pondremos soja!

Publicado en El Regional – Pag. 2. 5 de Diciembre de 2009.