Fondo BuitreUn nuevo click en el tablero financiero internacional.

El negativo fallo de la corte estadounidense abre un nuevo capítulo en la triste historia de nuestra deuda soberana.

A lo largo de nuestra historia encontramos repetitivos y lamentables acontecimientos en torno a la deuda externa argentina, circunstancia que ha ido oprimiendo las perspectivas de desarrollo de nuestro país.

El revés jurídico de la corte estadounidense tira por tierra mucho del sacrificio realizado, lamentablemente el considerable esfuerzo de este último periodo para “pagar la fiesta” de los ´90 parece aún no concluir.

Sin lugar a dudas que el poder financiero internacional tenia atados todos los cabos, y no es la primera vez que atropella con su poder económico y mediático en post de obtener altos rendimientos a cualquier precio.

El mundo del revés
Lo paradójico es que la Argentina en esta última etapa ha pagado rajatabla todos los compromisos financieros y tiene sobrados niveles de solvencia (entre los más altos del mundo) y aun así está enfrentando la posibilidad de entrar en default.

Es que no es mayor dificultad pagar este fallo adverso, la actual demanda alcanza parte del 8% de bonistas especuladores que no aceptaron entrar en la reestructuración de deuda primero en 2005 con Kircher y Lavagna y en segunda instancia en 2010 con Fernández y Boudou.

El problema y mayor peligro radica en que este fallo legitima los reclamos de otros tenedores de bonos, pudiendo tener consecuencias nefastas en la acumulación futura de riqueza necesaria para desarrollo nacional.

Pero, ¿cómo empieza la historia?
La abultada deuda viene heredada como consecuencia de la fiesta menemista que optó por recurrir al endeudamiento una vez que finalizado el período de privatizaciones se cortó la entrada de capitales que financiaban el por entonces constante déficit de la balanza de pagos.

Según el prestigioso historiador económico Eduardo Basualdo, entre 1991 y 1998 la deuda externa creció 14,7% anual acumulativo, alcanzando un monto total de 139.317 millones de dólares en 1998.

Lamentablemente durante el fugaz y acéfalo gobierno de De la Rúa tuvieron lugar las nefastas negociaciones llevadas a cabo primero con el “Blindaje Financiero” de Machinea y después cuando se recurrió nuevamente a Cavallo, que por tercera vez en nuestra historia irrumpía en pos de defender los intereses de los acreedores extranjeros y los sectores más concentrados de la economía llevando adelante el recordado triste “megacanje”.

Al borde del precipicio, los Organismos Multilaterales de Crédito decidieron dejar de prestar precipitando la explosión económica en el año 2001.

Sin embargo es muy importante destacar dos puntos notables sobre la evolución y la posterior reestructuración de la deuda en esa funesta década: primero la transformación de la mayor parte de la deuda pública interna en externa, al dolarizar las obligaciones; y segundo al rifar la soberanía económica y poner el país de rodillas aceptando el pago de los bonos en Nueva York, que precisamente es lo que obliga hoy al país a litigar con los holdouts allá.

Incertidumbre sobre incertidumbre
Aunque en cadena nacional la presidente trata de poner paños fríos repitiendo varias veces “no vamos a defaultear”, sin lugar a dudas que el adverso fallo es un nuevo y explosivo condimento de incertidumbre sobre un escenario de por si con bajas y tenues expectativas.

Miles de opiniones especializadas se escucharon y leyeron en los medios sobre el tema, algunas tristes que no valen la pena analizar; otras, realistas y que reflejan la difícil situación del país y de todo el sistema político internacional subyugado por el poder financiero económico internacional.

A nivel internacional se discute intereses muchos más importantes que el cobro de los bonos de Argentina, a quién se somete como actor de turno solo para legitimar el fabuloso negocio financiero.

El propio papa Francisco sentenció «es intolerable el control de los mercados financieros sobre los pueblos”.

Sin lugar a dudas, el lastre de la deuda externa fue y es uno de los factores condicionantes más importantes del crecimiento y evolución de la economía argentina, y por lo que parece seguirá siéndolo.