“La sociedad invernadero” es un libro en el que se cultiva el análisis más profundo, con el propósito de que la sociedad consiga, de una vez, sacarlo todo afuera, como la primavera.

“Nunca la humanidad fue tan desigual” Forster, flanqueado por Koncurat y Caleri, durante su disertación del viernes en el Parlamento de los Niños. El Diario 17-11-2019.

El Diario 17-11-2019

Uno llega a la Redacción con el sano deseo de tener mucho espacio para escribir tantos pensamientos del filósofo Ricardo Forster, que fue anotando en la libreta… Pero encuentra que en esta página ya se hicieron lugar dos de nuestros queridos anunciantes, con lo que la tarea se convierte en algo así como llenar un envase de un litro en una catarata. Habrá, indefectiblemente, un derrame que solamente llegará al lector si aquí adquiere el impulso necesario para ir hasta la librería y hacerse con el libro.

El filósofo (egresado de la Universidad Nacional de Córdoba), catedrático en varias casas de altos estudios y ensayista, comenzó su charla de la noche del viernes en el Parlamento de los Niños preguntándose, a la luz de los resultados electorales de octubre, “dónde está la provincia de la Reforma Universitaria, del Cordobazo, que tanto intelecto aportó a la Argentina…”.

El visitante fue presentado al público por el economista Alfredo Koncurat, con quien compartió conferencias (una en agosto último en esta misma ciudad) y por el librero Gustavo Calleri.

Enseguida, después de aquellas palabras iniciales, el pensador se metió en el invernadero y por sus pasillos y laberintos fue mostrando los experimentos que ha realizado el neoliberalismo, aun cuando no era dominante, para que como sociedad lleguemos a este punto de ebullición que nos detiene o acelera las pulsaciones según miremos hacia a Bolivia, Chile, Brasil, Ecuador, México… o allende los mares para analizar el fenómneno de los Chalecos Amarillos franceses.

Es que para Forster, “nunca la humanidad fue tan desigual” y somos testigos, ahora, “del estallido en un país que parecía haber cumplido todos los objetivos señalados por el neoliberalismo”, en alusión a lo que ocurre al otro lado de la cordillera.

“Allí llegó el día en que la sociedad dijo basta al orden establecido en aquel acuerdo entre el pinochetismo y Milton Friedman y su Escuela de Chicago, por el que se transformó la sociedad existente hasta Salvador Allende no solo económicamente, sino también socialmente, culturalmente… valiéndose del terrorismo de Estado; un orden al que ni el Partido Socialista ni el Partido Comunista ni la Democracia Cristiana le pudieron modificar su constitución… hasta ahora”, deslizó.

Y explicó que el neoliberalismo opera “bajo la lógica del vasallaje” para “economizar todo en la vida de las personas: sus vínculos con la naturaleza, con el arte, con la solidaridad hacia los demás… y reducir todo a la lógica de la rentabilidad”.

“El neoliberalismo busca transformar el núcleo y el corazón de la humanidad, del lenguaje…; formatear las relaciones sociales”, afirmó. Y subrayó: “El capitalismo son tanques, misiles, poder económico, pero también Hollywood”.

Retrodeció luego casi una centuria para recordar que John Keynes provenía de una tradición liberal, pero que pensaba que “la comunidad y el individuo tenían que estar en armonía”.

Y bajo esa premisa el mundo comenzó a transitar una etapa signada por el estado del bienestar en Europa, en los Estados Unidos, en Argentina con el primer peronismo, en México con la Reforma Agraria… Solapadamente, durante esas décadas, el neoliberalismo comenzó a tallar desde sus laboratorios para que el sentido común termine siendo “creer que cada uno debe resolver lo suyo y, en caso de triunfar, acumular, acumular, acumular…”. Y se impuso esa lógica y llegaron Ronald Reagan y Margaret Thatcher y la palabra “Estado” fue remplazada por la palabra “mercado”. Al punto que la Dama de Hierro tuvo el tupé de proclamar: “Mi máximo triunfo se llama Tony Blair”, al señalar que el laborista no pudo cambiar desde el gobierno los lineamientos de su política neoliberal.

Todos esos “papelitos” que Forster fue dejando en el camino para que el auditorio pudiera seguirlo, sirvieron para comprender por qué se llevó a las mayorías a pensar que “democracia y neoliberalismo son sinónimos”, que “propiedad y libertad vienen de la mano”, que “no importa si mis intereses colisionan con los intereses de los demás”. Todo ello se ha naturalizado, pero, “¿es posible que haya otras formas de libertad que rechace el narcisismo del yo, que trascienda el egoísmo y la meritocracia?”, preguntó el filósofo. Quien lo escucha se responde, esperanzado, que “sí”.

“El cepo es un instrumento para someter, para torturar a las personas. Y desde sus usinas mediáticas nos llevan a usar el término para referirnos a una política de ordenamiento de la economía, una política que no deja librado al mercado el valor de la moneda…”, expresó en otro pasaje de su alocución.

Si le agregamos el intercambio posterior con el público, tenemos que fueron dos horas de parlamento; de copiosos razonamientos… Y “no es lo mismo usar la palabra como si las palabras no fueran máquinas de guerra”, dijo el ilustrado visitante. No hay caso. Hay que comprar ese libro.

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