Aumento del déficit fiscal, aumento de deuda externa, claves de la economía que viene

“Cambiamos futuro por pasado” dijo en un inconsciente lapsus fallido debido a su euforia y alegría la flamante gobernadora de Buenos Aires cuando estuvo segura de su triunfo.

Vidal se rectificó de inmediato, pero hoy con las políticas macro sobre la mesa la mayoría de los argentinos ya sospechan que la declaración fue mucho más que un acto fallido.

Devaluación, recorte fiscal y ajuste monetario no han producido el efecto deseado, la inflación todavía no se ha controlado, el temido déficit fiscal no se ha reducido y las políticas contractivas solo han achicado el ingreso disponible de las familias para el consumo.

El modelo por ahora no cierra, y el gobierno tuvo que recurrir de nuevo al oficio de pedir prestado. El aumento de deuda tomado en los últimos meses es más que considerable, según el INDEC el incremento de deuda externa ya supera al 20%.

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La vieja receta (en línea con las políticas del Fondo Monetario Internacional) que rememora al fatídico personaje Domingo Cavallo dio como fruto una contracción de la economía del 4,3% interanual según el INDEC, un dato impensado por demás negativo.

Concatenado a estas situaciones ya se manifiestan como es lógico datos más tristes, el desempleo se encuentra ya en un 9,3% según el INDEC y lo peor es que las encuestas expresan que 9 de cada 10 empresas no tiene pensado incorporar mano de obra en el próximo año.

Confianza por el piso

Es verdad que la devaluación tenia cierto grado de consenso social, aparte el gobierno tenía crédito (venía de ganar las elecciones!); sin embargo la falta de tacto del exagerado aumento de tarifas conjuntamente con el recorte sustancial de la emisión de dinero limó con creces la imagen y la confianza general. Según la Universidad Torcuato Di Tella, el índice de confianza de los consumidores tuvo una caída del 24,7% en comparación con un año atrás.

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¿Cómo construir una senda de crecimiento bajo este contexto?

El escenario no está claro, reina la incertidumbre y la desconfianza, y como se sabe la política económica es considerablemente más ineficiente con expectativas negativas.

Con el consumo por el piso la “lluvia de inversiones” todavía no ha llegado y es difícil imaginar un cambio de tendencia para lo que resta del año, las empresas están agazapadas a la espera de mensajes claros, difícil ver inversiones bajo este ánimo. Habrá que esperar abril o mayo del año que viene, tal vez la nueva cosecha pueda dar vigor a los planes de reactivación del gobierno.