Nuevos viejos desafíos de la economía argentina

La confianza será la clave del éxito en las medidas que deba implementar el próximo gobierno

Cuenta la historia que Gordias, al ser elegido rey funda la ciudad de Gordio y, en señal de agradecimiento, ofreció al templo de Zeus su carro atando la lanza y el yugo con un nudo cuyos cabos se escondían en el interior, tan complicado según cuenta la leyenda que nadie lo podía soltar, y que el que lo consiguiese conquistaría toda Asia.

Cuando Alejandro Magno se dirigía a conquistar el Imperio persa, tras cruzar el Helesponto, conquistó Frigia, donde se enfrentó al reto de desatar el nudo. Imposible de desatar y ante el inminente fracaso Alejandro encontró la solución olvidándose de la ortodoxia con un razonamiento paralelo: cortó el nudo con su espada.

La proeza fue suficiente para propulsar energía y confianza a su ejército que finalmente derrotó a Dario a pesar de contar con una tropa mayor, luego el líder macedonio conquistó toda Persia y el mundo cambio.

Traigo la parábola para retratar la dificultosa misión del próximo ejecutivo nacional de encaminar la hoy estancada economía argentina.

Aun contando con importantes avances: bajo endeudamiento externo, desempleo moderado, relevante crecimiento industrial, etc., la economía argentina muestra desde 2014 un estancamiento, que sin ser grave supone nuevos desafíos, nuevos viejos retos que devienen de un país en donde su sistema productivo depende en demasía de insumos claves importados.

La famosa restricción externa (el crecimiento industrial demanda mayores bienes importados como insumos y de capital estrangulando el tan preciado ahorro externo) supone el desafío clave a superar, las alternativas son enfrentadas:
Por un lado, la propuesta tradicional de realizar un ajuste y devaluar la moneda que pregona un importante sector del país, es avalada la semana pasada por el Fondo Monetario Internacional.

En su reciente informe «Perspectivas económicas: las Américas» de abril 2015 presentado por el organismo internacional en Santiago de Chile señala que existen «desajustes económicos significativos», con lo cual sugiere la aplicación de «políticas más restrictivas, combinadas con un tipo de cambio más débil» para favorecer así un retorno «a la estabilidad y el crecimiento».

Por otro lado, la propuesta heterodoxa hoy encaminada pasa por retroalimentar el mercado interno sin ajuste directo que incentive el consumo y la inversión y esto genere que el sector productivo gane productividad genuina evitando devaluar.

Nada es tan simple
Sin embargo en política económica nada es tan simple, las medidas traen consecuencias sociales no siempre deseadas (efectos secundarios) y nuevos conflictos en puerta.

Si devaluamos y aplicamos un ajuste, generamos un escenario favorable que mejora la productividad del sector productivo nacional principalmente el sector exportador, en contraposición se genera un efecto riqueza negativo en las clases sociales no tenedoras de activos transables (activos dolarizados), es decir, un efecto “empobrecimiento” en las clases sociales más vulnerables, y por consecuencia una merma en su consumo.

El efecto final resultante sobre la economía dependerá de si la reactivación que ocasiona la medida en el sector productivo es lo suficiente como para contrarrestar el efecto negativo en el consumo de los desfavorecidos por la medida.

La eficiencia de la medida puede ser cuestionada, la historia la condena, y en definitiva dependerá del grado de confianza general, que de faltar implicaría presión a aumentos de precios pues la devaluación encarece tanto bienes exportables como bienes importados, fundamentales como insumo en el eslabón productivo de nuestra industria.

Es decir, la confianza es crucial para la eficacia de esta práctica, si es equitativa es otra cuestión.

Si en cambio defendemos la propuesta actual del gobierno, evitando el ajuste y la devaluación, fortaleciendo el consumo y la inversión con el objetivo de que el sector productivo sea más eficiente y obtenga más rentabilidad por aumentos en la productividad, corremos el riesgo de no generar el impulso adecuado y la inversión sea insuficiente para generar crecimiento y empleo al no existir interesantes tasas de retorno, es decir la falta de productividad hace no competitiva a nuestra economía y desalienta la inversión tal como lo reflejan los últimos 20 meses consecutivos de merma en la industria según el propio Indec.

EMI 04-2015

El éxito o el fracaso resultará una vez más del grado de confianza que logre trasmitir la política macroeconómica.

Sin lugar a dudas el reto es mayúsculo, y el nuevo presidente independientemente del color partidario tendrá que, igual que Alejandro 24 siglos atrás, desatar el nudo como sea y generar la confianza necesaria para reactivar la economía argentina.