Con la caída del estado de bienestar tras la crisis del petróleo en la década del 70 del pasado siglo XX, surgió una nueva corriente de pensamiento condenando las intervenciones del estado, el “neoliberalismo”.

Las nuevas ideas de esta corriente nacida en la escuela de chicago con Milton Friedman y Friedrich Hayek pregonaban el “laissez faire”, la economía de libre mercado.

En América latina y Argentina tomamos el manual al pie de la letra, y bajo la tutela y dirección de los organismos internacionales “liberamos” al mercado de todas las restricciones y males que ocasionaba el deficitario e ineficiente estado nacional.

Las nuevas ideas importadas también repercutieron en la política y la sociedad, en nuestro país la junta militar se adueño del poder tras el golpe de 1976, que aplicando su política del terror escribió la nota mas oscura de la historia de Argentina, aniquiló ideales, la participación ciudadana, vació económicamente al país y por sobre todo fue culpable del genocidio mas aberrante de nuestra historia.

Estas acciones fueron las bases para una futura democracia débil, sin sustento ideológico que fue presionado y manipulado por los organismos y corporaciones internacionales, directores de orquesta de nuestras políticas social económica de las últimas décadas.

Políticas neoliberales que en los pasados 10 años de gobierno justicialista socavaron los últimos resquicios de nuestro país.

Gobernar sin consentimiento

Con sus diferencias propias, nuestros  vecinos latinoamericanos han pasado por un proceso similar, las recetas neoliberales fueron nefastas, empezando América latina el siglo XXI con un vaciamiento ideológico y empobrecimiento social muy profundo.

Hoy en medio de la tormenta financiera internacional (y posteriormente real) nacida justo en el epicentro de la potencia hegemónica mundial, hace tambalear el sistema de ideas neoliberales, poniendo nuevamente el acento en la participación del estado como ente regulador fundamental en la economía.

Este proceso histórico que estamos viviendo en vivo y en directo, difícilmente haga perder el poder hegemónico total que tiene EEUU, sin embargo este acontecimiento es el punto de inflexión a una nueva etapa, donde resurgen las famosas ideas de Keynes.

Pareciera ser que los ideales predominan por ciclos temporales, y al menos por este que se avecina, el estado tomará nuevamente las riendas como organizador fundamental, al menos por ahora estamos ante el fin del neoliberalismo.

¿Estará nuestro convulsionado estado nacional a la altura de semejante responsabilidad?

Lo que sí es seguro, es que nunca un gobierno puede guiar una nación sin consentimiento popular y sin consenso de los sectores predominantes.

Al fin y al cabo, de eso se trata la democracia.

Publicado en: El Regional – Pag. 8. 8 de noviembre de 2008.