Que en los últimos años el mundo nos plantea un nuevo escenario cada vez más vertiginoso al que adaptarnos no es ninguna novedad.

Procesos de transformación que tardaban décadas hoy exige a las empresas mutar constantemente a fin de adaptarse día a día a las nuevas reglas de juego.

Los adelantos tecnológicos, la fuerza de las telecomunicaciones nos impone hoy acelerados cambios que recompensa en primer lugar la capacidad versátil de las empresas.

Hoy más que nunca, la incapacidad de adaptación a un nuevo entorno castiga a las empresas a una menor rentabilidad y a veces lleva ineludiblemente a la quiebra.

Pero, qué entendemos por cambio?

Cambio es la modificación de una situación, y en el mundo empresarial, un cambio implica una crisis, una mutación importante en el desarrollo de un proceso.

Que nos guste o no, que impulsemos nosotros el cambio o que factores exógenos nos lo imponga es otro tema.

Es decir, como empresarios muchos cambios no podremos controlar, frente a ellos nada podemos hacer salvo adaptarnos.

Sin embargo hay cambios en nuestra empresa que sí podemos planear, y cuyo éxito depende de nuestra habilidad para diseñar el futuro, y especialmente de nuestra destreza para manejar las resistencias y administrar el tiempo de la transición.

Ante los cambios, planeados o no, las empresas (y también las personas) tienen diferentes formas de reaccionar.

Negación: se comporta como si nada hubiera pasado, se ignora el cambio ocurrido. En este caso, generalmente ocurre una crisis no deseada que nos obliga a tomar medidas de urgencia.

Oposición: se toman medidas para no cambiar, se trata de evitar el cambio. En este caso se toma medidas para continuar anclado a la antigua receta, el cambio solo se posterga, a veces a la próxima generación o hasta una crisis de mayor envergadura.

Adaptación: aquí se espera pasivamente los cambios, se trata de adaptarse. En esta situación, por lo general las empresas toman una posición inercial, tomando medidas como “para salir del paso”.

Evolución: aquí se trata de comprender la nueva situación para planear acciones. Se pretende controlar y guiar el proceso de cambio. Empresas en esta situación tratan de llevar a cabo un plan coherente y efectivo.

Revolución: se trata de romper con lo existente. Se es el actor principal del cambio, tratando de implantar algo totalmente nuevo. Generalmente son empresas que pasan a liderar el mercado de la noche a la mañana. Ejemplo: Microsoft, Google.

A veces muchas de estas etapas se suceden unas a otras; cada empresa según sus características, su liderazgo, se situara en una u otra fase y las procesará con mayor o menor rapidez.

Si bien es cierto que un cambio representa algo nuevo, y en el mundo empresarial mayor incertidumbre económica, no evolucionar también implica un riesgo.

En tal circunstancia se hace necesario ver una crisis como una oportunidad y no como una amenaza.

Ya lo dijo Einstein: “La crisis trae progresos. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones”.

Publicado en Revista Claves – Abril de 2011